Vivimos encarcelados y esposados por un ideal de felicidad.
Un ideal de felicidad siempre lejano a nuestro presente
y que por mucho que podamos llegar a disfrutarlo siempre esperamos un futuro mas prometedor,
una felicidad de película,
o más bien como la de las películas.
Pero las películas duran dos horas y tu vida amontona velas en un cajón.
He aprendido que ser feliz es realizarse,
crecer uno mismo,
entenderse y autosuperarse.
Mi ideal sería no tener un ideal de felicidad,
sería tener siempre nuevas metas
y afrontarlas con todo mi ser,
sentirme realizado
e intentar que los demás también lo hagan,
conseguir que lo hagan.
Mi felicidad no habita en un paraíso pintado de playa con una pulsera de facilidades infinitas a gastos pagados
mientras veo como pasa la vida riéndose en mi puta cara por como le estoy desaprovechando.
Mi felicidad no ve mas allá de los próximos diez minutos,
no transita en exceso los recuerdos,
ni respira en promesas desgastadas.
Mi felicidad esta hecha de personas que cruzan mi horizonte y se empeñan en grabarse en mi memoria a base de risas sin torceduras,
amores sin muchas dudas,
gritos y enfados (somos humanos).
Así es la vida joder,
y vivir te mata.