Suenan los violines,
con su voz suave y armoniosa,
como comiéndose el aire,
volando sobre nuestras pieles,
con ese sonido que alimenta el hambre y sacia la sed.
Suenan las trompetas,
con su grito de sonrisas,
como borrándote las penas,
navegando por las fiestas,
con esa alegría que junta personas y separa conflictos.
Suena la guitarra,
con su punteo solitario imprescindible,
como abriéndote el alma,
volando por tus pensamientos,
con esa manera tan sutil de decirte la verdad.
Suena tu voz,
con la dulzura que se clava para siempre,
como explicándote que aunque lo intentes no la olvidarás,
grabando su sonido en tu cabeza
con ese silencio que retumba y con ese canto que te arropa.
Suena a despedida en la estación,
con ese chirrido de las vías y esa bocina que te ahoga,
como arrancándote a pedazos
los paseos por el Arga
y las noches de cerveza sin control.
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